La música sobrepasaba los límites y no era necesario un equipo especializado para comprobarlo. La cama vibraba, incluso las almohadas. Era imposible ver la televisión. Mas todo eso habría sido poco o nada importante si la propuesta hubiese tenido calidad. Pero su paciencia tenía límites y no soportaba más continuar escuchando que el sujeto era marca mandarina y que le dolía luego esta o aquella parte del cuerpo.
Así pasaron varias noches. La lista de reproducción de música grabada era la misma, sin que apareciese un cantante en persona, un animador de lujo que propiciara juegos de participación, que promoviera el baile; era/es más de lo mismo y un espacio amplio, abierto, divino para el disfrute sano quedaba, otra vez, desaprovechado.
En la más occidental de las provincias, Pinar del Río, tierra de altos valores identitarios y de una cultura por el buen gusto también musical, se adolece de una planificación certera que........