Para que la tercera no sea la de la vencida
Quienes llegan a superar el umbral de los 65 o 70 años atesoran el privilegio de haber vivido buenos y malos tiempos. Han tenido seguramente la suerte de formar una familia y de ver crecer a hijos y hasta a nietos. Los más afortunados seguramente están rodeados de familiares dispuestos a devolver los cariños y atenciones que un día les propinaron esos que ya peinan canas.
Pero, ¿qué sucede con aquellos a los que la vida puso en condición de soledad, con apenas un techo y una pensión mínima de subsistencia?
Las cifras de estos, dolorosamente, crecen sobremanera, en un país marcado por el envejecimiento, y con situaciones migratorias que acentúan la partida de jóvenes que dejan atrás, y muchas veces en situación de desamparo, a familiares envejecidos, con la promesa de una ayuda económica que, en caso de llegar, no sustituye nunca el calor de un hijo ni las atenciones ante una enfermedad o el deterioro propio de las funciones que implica la vejez.
Se espera que para 2025 un cuarto de la población cubana supere los 60 años de vida. Descontando a los menores de 18........
© Juventud Rebelde
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