Nuevos valores socialistas: una esperanza

Hoy día, cuando el pensamiento de derecha y conservador parece teñir todo, cuando las ideas de cambio social son puestas en entredicho, negándolas, abominándolas o, en su caso extremo, ridiculizándolas, hablar de “socialismo” suena a exabrupto, a anacronismo. O más aún: a desvarío. Al menos, así intenta presentar las cosas esa avanzada ideológica que hoy cubre buena parte del planeta.

Viendo cómo van los acontecimientos del mundo, con un discurso omnímodo de esa derecha ensoberbecida que presenta el socialismo como rémora enfermiza de un pasado que nunca jamás debe volver a repetirse -para que no queden dudas: hay que sacar a Maduro del poder, ese “sanguinario dictador” castro-comunista, ¿y después será el turno de Cuba?- hablar de cambio social, de revolución, de lucha de clases, hoy por hoy parece quimérico. ¡Pero no lo es!

El actual no es un momento de avance de las luchas populares. Todo lo contrario; seríamos ciegos, o tontos irresponsables, si no lo viéramos. El sistema capitalista ha ido encontrando poderosos antídotos contra todos los intentos de transformación; deja espacios pequeños, de cambios cosméticos que no tocan las raíces (decir “matria” en vez de “patria”, o “sororidad” en vez de “fraternidad”), con los que puede dar la idea de “progresismo”. Pero si esos cambios los financian fundaciones como Soros o Bill Gates, ya está todo dicho. El sistema sabe lo que hace, porque tiene mucho, muchísimo que perder. El pobrerío no tiene nada que perder “más que sus cadenas”.

Ahora bien: seguir buscando transformaciones radicales no es ningún despropósito, un desvarío ni una afiebrada visión de “locurita” juvenil. Es una imperiosa necesidad impostergable para la humanidad. Un sistema que produce más comida de la necesaria para alimentar satisfactoriamente a toda la población mundial pero que, para mantener la tasa de ganancia empresarial prefiere hacer morir de hambre a 20,000 personas por día desperdiciando los alimentos producidos, y que gasta la infame cifra de 76,000 dólares por segundo en armamentos (hoy la industria y actividad científico-técnica más desarrollada de los seres humanos), todo ello nos muestra que los valores que rigen la marcha del mundo en la actualidad son absolutamente cuestionables. Si junto a ello ponemos el consumo de drogas como otro de los grandes negocios mundiales (1,600 muertes diarias por sobredosis), es evidente que algo no funciona bien.

En tal sentido es impostergable cambiar los parámetros que rigen la dinámica global; hay que transformar esos valores, esa cultura consumista y esa apología sin par del individualismo que trajo el sistema capitalista. Recuérdese al respecto esa banal fantasía de que “todo depende de mi propio esfuerzo”, “soy libre y decido mi vida”, “el que quiere, puede”; esos valores fueron ganando terreno en estos últimos dos siglos, y el “espíritu capitalista” es hoy ampliamente dominante en prácticamente todo el mundo. “La sociedad no existe. No hay tal cosa como la sociedad. Hay hombres y mujeres y hay familias”, pudo decir -erróneamente- un ícono del neoliberalismo como la ex primera ministra de la medieval monarquía hereditaria del Reino........

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