La “indiferencia del mal”, o de cómo los sanguinarios humanos nos matamos entre nosotros |
Humanos asesinos
¿Cuál es el animal que más seres humanos mata cada año? No es el mosquito, transmisor de variadas enfermedades letales como malaria, dengue, zika, fiebre amarilla, chikunguña (725,000 decesos anuales). No es la serpiente venenosa (100,000 muertes), ni el escorpión (3,500), ni el cocodrilo (1,000), ni el hipopótamo (500), y mucho menos el tiburón (apenas 10 muertes al año, satanizado por esas mediocres películas de Hollywood). ¡Es el mismo ser humano! (400,000 homicidios al año, más muchos, muchos, muchos miles de muertes en las numerosas e interminables guerras que pueblan nuestro paisaje social).
Partamos por decir que recientemente la fiscalía de la ciudad italiana de Milán inició una investigación a partir de la denuncia presentada por el periodista y novelista Ezio Gavazzeni, quien nos alerta sobre safaris humanos, una verdadera cacería humana, que habría sido llevada a cabo durante la guerra de los Balcanes en la ciudad de Sarajevo, hoy capital de Bosnia Herzegovina. Según lo denunciado, “personas adineradas” de varias nacionalidades (italianos, estadounidenses, rusos, ingleses, franceses, alemanes, etc.) habrían pagado hasta 100,000 euros en estos macabros “safaris de francotiradores”, con el objetivo de disparar, durante el prolongado sitio de Sarajevo y desde posiciones serbias, contra población civil indefensa en el medio del sangriento conflicto que destruyó la otrora Yugoslavia. En otros términos: matar por pura “diversión”. Terminados esos “safaris”, los “respetables” ciudadanos retornaban a sus hogares a seguir su vida normal, sin que nadie dijera una palabra del asunto, por lo que Gavazzeni, con mucho tino, habló de la “indiferencia del mal”.
Salvando las distancias, hace recordar lo que sucede con otros muy “respetables ciudadanos” varones que, en nombre de la hetero-normalidad, fustigan acremente a las mujeres trans que ofrecen sus servicios sexuales en las calles de numerosas ciudades del globo –a veces, incluso, llegando a exterminarlas–, luego de haberse acostado con ellas. ¿Indiferencia del mal? ¿Hipocresía a la enésima potencia?
No puede dejar de mencionarse que mientras esa infame cacería sucedía en los Balcanes, policías de Naciones Unidas fueron acusados de participar en trata de mujeres para redes de prostitución, denuncias que fueron rápidamente bloqueadas y archivadas por las autoridades del organismo internacional.
Las invasiones más crueles y sanguinarias, las violaciones de mujeres como botín de guerra, los reiterados abusos sexuales contra mujeres sin necesariamente cursar un conflicto armado, las 400,000 toneladas de napalm lanzadas sobre la selva vietnamita, las torturas más espeluznantes, la esclavitud y la venta de esclavos –50 millones actualmente en el mundo, según datos de Naciones Unidas–, los sacrificios humanos y las prácticas antropofágicas, los campos de concentración y exterminio de los nazis, los actuales campos de concentración a cielo abierto en Gaza, las cárceles clandestinas durante las sangrientas dictaduras latinoamericanas, el racismo que atraviesa nuestra historia en todos los pueblos, la obligada circuncisión femenina bajo la creencia que solo los varones tienen derecho a la satisfacción sexual, la obsolescencia programada en tanto factor del desastre medioambiental que se nos impone con un consumismo desaforado del “use y tire”, el empleo de armas nucleares contra población civil no combatiente (Hiroshima y Nagasaki), los matrimonios arreglados entre hombres a espaldas de las mujeres, la dark web con acceso a las prácticas más aberrantes (torturas, mutilaciones, violaciones, pornografía infantil, descuartizamientos, etc.), los rangers de Texas en la frontera sur de Estados Unidos (civiles armados que “cazan” inmigrantes indocumentados que intentan cruzar el desierto para llegar al “sueño americano”, matándolos con el silencio cómplice de las autoridades), las esterilizaciones masivas hechas en secreto sobre mujeres por ciertos centros de poder, el látigo del amo, el manejo del miedo para aterrorizar e inmovilizar al otro, el aplastamiento mortal del débil o del diferente, y un largo, kilométrico, interminable etcétera, solo para enumerar algunas de estas monstruosidades que pueblan nuestra vida, son todas acciones que ahí están, modelando nuestra historia como especie.
Golpearse el pecho en un acto de contrición al saber de todo esto no pasa de gesto vacío, o de payasada, pues el pedido de perdón sin justicia no remedia los hechos concretos. En nombre de la moral y del amor se pueden cometer los peores atropellos. Los sacerdotes católicos, por ejemplo, hablan de castidad, pero según el canonista seglar Jaime Torrubiano Ripoll, excomulgado de la Santa Madre Iglesia por sus escritos, en su publicación “Beatería y religión” (Madrid, 1930), “el 90% de los clérigos son fornicarios”, sabiéndose que no es nada infrecuente su práctica de pedofilia, actos que, en general, encubre la curia. Y en nombre del amor y del Sumo Hacedor, ese centro de poder como es la Iglesia participó en la masacre de los pueblos originarios de........