B9: apuntes para la unidad de clase defensiva ante la reacción y el fascismo |
El desalojo de 400 personas de la semana pasada en el instituto B9 de Badalona abrió titulares durante toda la semana pasada. Ha sido muy probablemente el mayor desahucio de la historia reciente de Catalunya, dinamizado por el alcalde del PP García Albiol, pionero de la ola reaccionaria en Catalunya. Y a su carácter extraordinario le han correspondido los efectos, pasiones y debates que ha movilizado, manteniendo la cuestión al filo de la primera línea mediática hasta el mismo momento que escribo estas líneas. En retrospectiva, el balance de los hechos hasta ahora puede sernos útil: dibuja en la práctica los contornos del modelo de táctica defensiva ante la ola reaccionaria que los comunista debemos promover. Veámoslo:
Con este macrodesahucio, Albiol pretendía una prueba de fuerza: usarlo cual palanca, para llevar a una nueva escala su campaña política permanente de alimentación del odio, el racismo y el darwinismo social en nombre del problema de la delincuencia y la inmigración, que hasta ahora ha limitado al terreno municipal. La intención del político del PP ha sido testar el grado de derechización de la opinión pública catalana, a día de hoy copada por el debate migratorio al que los interesados intentan reducir toda problemática de actualidad. El cálculo era claro: primero, apoyarse en la debida caricaturización previa de los residentes del B9, a partir de la lógica de la parte por el todo, como una masa deshumanizada, sucia y peligrosa para el vecindario, con las ya famosas artimañas y técnicas comunicativas del alcalde del PP. Segundo, barrer toda crítica que saliera al paso a la actuación, presentándose como hombre fuerte y su política de mano dura como resolutiva. En definitiva, una operación pensada para ampliar los límites de lo aceptable por la opinión pública burguesa.
El órdago planteado por Albiol en el B9 no es un caso aislado. Sintoniza perfectamente con las frecuencias de aceleración reaccionaria de la coyuntura general y sus expresiones en el último mes y medio. Ya sea la publicación de la Nueva Estrategia Global de los EEUU. o, al nivel estatal, la correlación de debilidades entre los dos grandes partidos de la democracia capitalista española, PP y PSOE, que se disputa en el ciclo que va las elecciones autonómicas extremeñas a las andaluzas, pasando por las de Aragón, con sus respectivos escándalos de corrupción y guerras internas, una situación que como bien ha reflejado Extremadura, da cartas ganadoras a VOX. Así mismo, pocas semanas antes del desalojo en Badalona, la actualidad política catalana fue sacudida por la publicación de las encuestas electorales que pronostican un ascenso meteórico a Aliança Catalana, que sobrepasaría ya a Junts.
Así, de la aguja al elefante, del macrodesalojo inhumano en Badalona a la redefinición trumpista de la doctrina geoestratégica de la primera potencia mundial, se estructura una tendencia de fondo que define la correlación de fuerzas para el nuevo ciclo de lucha de clases en curso: la apuesta de la oligarquía por la transformación autoritaria de las democracias occidentales y la generalización cultural del programa reaccionario para bloquear una hipotética polarización revolucionaria de la mayoría trabajadora contra este proyecto. La disyuntiva, en el seno de la burguesía, no está ya entre una posición progresista y una autoritaria, sino sobre cuál es el mejor planteamiento para ejecutar la posición autoritaria, una transición gradual (Von der Leyen y la coalición entre conservadores y socioliberales) o una acelerada (Trump y la nueva extrema derecha).
El papel de AC de Silvia Orriols o del VOX de Ignacio Garriga es representar y concretar en nuestra particular realidad nacional la segunda posición, donde la ola reaccionaria llega tardía pero con fuerza. Y el «badalonismo» de Albiol es un producto sui generis de la ola reaccionaria, resultado del pérfido oportunismo de este político del PP que anticipó la tendencia, vio la oportunidad de resarcir su carrera política hundida durante el Procés e inició un exitoso experimento local de mano dura y populismo punitivo, aprovechando situación que el gobierno local de izquierdas anterior había dejado, con su inacción y completa desconexión respecto a los barrios obreros de la ciudad, algunos de los más empobrecidos del estado y diezmados por década y media de crisis.
Justamente, el escenario de el conflicto en cuestión han sido las calles del Remei y de Sant Roc: olvido institucional, desempleo y pobreza, abandono escolar, epidemias de narcóticos e infravivienda crónica forman parte del ADN de estos barrios, trazando una línea de continuidad histórica. De hecho, el barrio de Sant Roc proviene originalmente del desmantelamiento definitivo del poblado chabolista de la playa del Somorrostro, aquella gran extensión de chabolas precarias que alojó a una parte más que significativa del proletariado migrante de antaño -migrado tanto de la Catalunya rural como de diversos puntos del campo español- que sería protagonista de la construcción de la Barcelona moderna y de los grandes episodios de la lucha de clases del s.XX en la ciudad. Del proletariado de entonces al de ahora, los bloques de la obra social franquista construidos para alojar a los chabolistas de los 60 siguen marcando la fisonomía actual de ésas calles. La construcción de esos bloques fue un rentable negocio entonces para la patronal de la construcción franquista, y sigue siéndolo aún hoy para los fondos de inversión que maximizan allí sus rentas inmobiliarias, exprimiendo la pobreza de un barrio en el que dinamizan una treintena de lanzamientos mensuales de media, a pisos minúsculos, envejecidos, con problemas estructurales, superpoblados y con cortes de luz intermitentes por el mal estado del cableado eléctrico. Estos mismos bloques rodean el instituto municipal B9, el recinto que, tras quedar vacío por la desidia y la gestión ineptas que se........