Europa

08/11/2018 Bandera de la UE frente a la sede de la Comisión Europea SALUD EUROPA INTERNACIONAL UNIÓN EUROPEA EUROPA COMISIÓN EUROPEA / COMISIÓN EUROPEA / Europa Press

Hemos celebrado –más o menos– el 50 aniversario de la muerte de Franco, del albor de la democracia y de la monarquía. El hecho más popular fue el libro que le han escrito a Juan Carlos I, que no sé por qué no le han dado el Premio Planeta y nos dejábamos de tonterías: al fin y al cabo a uno de sus antecesores –aunque fuera Habsburgo– le llamaron el Rey Planeta: otra injusticia que el bueno de Juanca, con quien tanto quisimos, debería poner de manifiesto para estupor de cortesanos y halago de bufones. En estas celebraciones afloran memorialistas –o memoriosos– de estricta observancia, memorialistas descalzos, podríamos decir. Aquellos cuya memoria se centra en lamentar lo que pudo haber sido y no fue, negar la validez esencial de lo conseguido, renunciar a las virtudes de la Constitución que, es sabido, y cierto, no fue radicalmente traída por un poder constituyente libérrimo, confundido con un tercer estado consciente y autónomo. Tienen razón, pero no son razonables. Y éticamente algo esquivos pues nunca acaban de decirnos qué pudo hacerse para que las cosas fueran esencialmente distintas. La cosa tiene su enjundia, pues en momentos de anemia democrática, podríamos preguntarnos: ¿si de nada sirvió lo que creímos, para qué debemos luchar por todo aquello, por esta Constitución? Pero no importa. Para muchos mirar hacia atrás es su forma de hacer política de progreso.

A mí también me gusta el juego de lo contrafáctico: qué hubiera pasado si… Pero tengo claro que, desgraciadamente, perdimos aquella guerra –la del 36– y que por más lamentos que pregonemos, el mundo fue como fue. Digo esto porque asisto a varios actos, leo un puñado de libros –los magníficos de Sesma y Casanova, sobre todo– y artículos varios, y me encuentro con tertulias y hemorragias de guasaps en los que el pensamiento de izquierdistas se vuelve conservador. Hay un lamento sostenido, como una nota grave de fondo, que sólo insiste en la pérdida. Vamos: que estos 50 años han sido tierra baldía, pérdida de tiempo. El número de los descalzos sube. Supongo que en la misma medida........

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