Se acumulan los informes que dan testimonio de cómo la democracia va perdiendo terreno en el mundo. Cada vez menos personas viven en regímenes que merezcan tal nombre y aun entre los que formalmente sí lo son, surgen dudas más que razonables. Por si esto fuera poco, cuando se pregunta si la democracia sigue siendo un bien supremo a defender, el mejor de los regímenes, o algo prioritario, las respuestas de los más jóvenes aterran. El politólogo Oriol Bartomeus, autor del interesante ensayo El peso del tiempo: Relato del relevo generacional en España (Debate), publicaba hace unos días esta imagen más que inquietante. Puestos a elegir entre vivir en un país gobernado democráticamente pero que no garantiza un nivel de vida adecuado, o en uno donde se garantiza ese nivel de vida pero no es democrático del todo, esta segunda opción gana adeptos conforme más jóvenes son los entrevistados.
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