El oso no estaba muerto sino de parranda, se comió a los que habían vendido su piel antes de cazarlo y los que escaparon siguen en un proceso de melancolía postraumática cuyas secuelas resultan imprevisibles: tanto ministerio adjudicado, tanto alto cargo prometido, tantos ceses en la agenda, tantos retoques al discurso de la victoria… y total, para nada. En lo que se refiere al otro oso, el de su propio circo, cada vez abraza más fuerte, tanto que ya es difícil saber quién tiene amaestrado a quién. Alguien que pierde unas elecciones pierde también seguridad en su estrategia de campaña, en su madera de líder, en su equipo de colaboradores y puede que un poco también en sus propias ideas, de manera que es ver que las encuestas no dieron ni una y empezar a pensar en hacer algunos cambios. Y luego está el asunto del perfil propio.

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La historia se repite tanto, que hoy ilegalizarían Bildu los mismos que en 1977 no habrían legalizado al PCE

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