Dos horas y treinta y ocho minutos dan para mucho. O para muy poco. Intento amortizar lo que me ha costado la entrada fijándome en el vestuario, que es impecable, y las localizaciones, que en efecto son evocadoras. Algunas escenas están tomadas de la pintura y discurren por la pantalla, fugaces, los cuadros de David, Lefèvre o Goya. Se agradece. Wellington se parece a Wellington, pero el propio Napoleón no se parece a Napoleón, por mucho que lleve el vistoso traje de terciopelo rojo con que lo retrató Ingres. También se intuye el relato de Tolstoi sobre la batalla de Borodino en “Guerra y Paz”. El ruso no nos ahorró visualizar la confusión, el horror, el amasijo de vísceras humanas y cadáveres de caballos y los ríos de sangre sobre el........