03 de noviembre 2024 - 03:08
Era una mujer de fe, y de profesión cotidiana de ella con la misa y el rezo. Nunca tuvo afanes de vicetiple al unirse a las oraciones, o a la Salve al darnos el sacerdote la paz de Dios al terminar, o sea, el “adiós” etimológicamente hablando. No bisbiseaba al rezar el rosario a solas sentada en la mesa de camilla poblada de libros, periódicos, jarra de agua, cenicero, rubio emboquillado y mechero. No sólo no era beata, sino que decía cosas sorprendentes sobre el tránsito a otra vida. Recuerdo que al cementerio lo llamaba, como otros dicen en Andalucía, “el barrio de los tranquilitos”, e “ir al pegar el cabezazo” al ritual final del funeral, cuando el difunto protagonista “no está allí ya”.
Hay costumbre de engalanar los camposantos cada año tal día como ayer, e ir........