En la sociedad de la temeridad y el titubeo cualquier coyuntura proyecta la sombra del peligro. Ocurre incluso en los impertérritos montes del sur de Aragón, que se antojan platónico modelo de la provincia toda.
Los extensos y callados bosques son el espejo del alma de Teruel, la belleza patente de un desamparo que late desde el fondo de los tiempos, el escaparate de su absorta grandeza.
Por los umbrosos pinares y los pálidos herbazales empieza estos días a transitar una multitud de buscadores de hongos, romería de devotos con navaja........