Muchos elementos del proceso creativo van a verse alterados

En 1845, Ada Lovelace, que se consideraba a sí misma "científica, poetisa (sic) y analista metafísica", y que calificó su trabajo como "ciencia poética", escribió en la primera de sus notas a la traducción inglesa del artículo del italiano Luigi Menabrea sobre la máquina analítica de Babbage: "Teje patrones algebraicos igual que el telar Jacquard teje flores y hojas". Un par de años antes le había comentado al propio Charles Babbage en una carta: "Suponiendo, por ejemplo, que las relaciones fundamentales de los sonidos tonales en la ciencia de la armonía y de la composición musical fueran susceptibles de tal expresión y tales adaptaciones (se refiere a su representación mediante símbolos lógicos), la máquina podría componer elaboradas y científicas obras musicales de cualquier grado de complejidad".

Es la reflexión de alguien que, en pleno estallido de la transformación industrial, comprende el pensamiento matemático como un "razonamiento extendido más allá del cálculo", conoce los recíprocos aportes entre ciencia, tecnología y cultura, y cómo estos mismos hallan su correspondencia en la sociedad y la transforman.

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