Pasé buena parte de mi último verano estrictamente universitario, entre cuatro y quinto de carrera, leyendo a Galdós y también algunas exégesis de las obras del autor canario a cargo, por ejemplo, de Casalduero y de Montesinos.
Quizás les parezca esta una actividad estival insólita o estrambótica para una joven de veinte años. Quizás lo sea. Por aquel entonces no tanto. Además, el galdosianismo me abdujo tempranamente y yo quería cerrar mi especialización en Historia Contemporánea con un trabajo que también incluyera mi querencia por la literatura, lo cual fue absolutamente desechado por el profesor Ferrer en cuanto se lo propuse al inicio de curso. Tantos años después, de mi rabioso enfado por ello ya no queda ni rastro, pero sigo guardando memoria de las largas horas de aquel verano ochentero en compañía de........© Heraldo de Aragón