De 1818, primera edición de ‘la Quijotita y su prima’, de Fernández de Lizardi, es la que puede ser una de las primeras documentaciones del canto y baile de la jota, en la ciudad de México, aún capital virreinal.
El escenario es una garita de vigilancia, "con la numerosa guardia que cubría entonces aquel punto…, la mayor parte eran gachupines" (españoles); faltaban varios años para que el poder pasara a manos insurgentes, algunos más hasta que la bandera española se arrió en el castillo de San Juan de Ulúa. En la noche de vigía un soldado supersticioso, gallego, contaba historias de muertos, "él, para distraerse, comenzaba a ‘cantar la jota’ u otro de los sonecitos que eran familiares a sus camaradas", lo cual significa que ya fue canción del siglo XVIII. El Pensador Mexicano muchas de sus observaciones las trata con gran realismo; en este mismo pasaje novelesco el habla del gallego lo representa con la característica posposición del pronombre átono y con una temprana manifestación del fenómeno de la ‘geada’: "¿Doncella? ‘Sábelo’ Dios y ella… Como ser........