El refranero ofrece sobradas pruebas de las limitaciones que a la actividad familiar y profesional de las mujeres causó la misoginia, de tan hondo arraigo en la sociedad hispánica, y en tantas otras, así: ‘la mujer casada, la pierna quebrada y en casa’, ‘las mujeres hilen y no estudien’, ‘mujer con letras, dos veces necia’, ‘mujer que habla latín, rara vez tiene buen fin’.
Cervantes marca la divisoria sociocultural entre féminas leídas e iletradas, cuando la mujer del ventero andaluz advierte a su hija: "calla, niña, que parece que sabes mucho destas cosas, y no está bien a las doncellas saber ni hablar tanto". Y Torres Naharro en su ‘Propaladia’ (1517) trae a un galán que presume de no saber escribir y de no tener en su casa mujeres lectoras, quimeras "que llevan a los hombres al brasero (Inquisición) / y a las mujeres a la casa llana", o prostitución.
No obstante, la mujer fue protagonista del primer abecedario versificado, de amor cortés envuelto en cultura, el que compuso el poeta salmantino Juan del Encina (1496), "a una dama........