El pasado sábado, 19 de octubre, en torno a las cinco de la tarde, descarriló un AVE remolcado y sin pasajeros en el túnel que conecta las estaciones madrileñas de Chamartín y Atocha. Muy poca información, por aquello de evitar un nuevo ridículo, y comienza a larvarse un caos que duraría unos días.
Horas más tarde, se producía el milagro de un presunto suicida que apareció por las vías de acceso a Atocha y provocó la desconexión eléctrica del sistema, la consiguiente parada de los trenes y la agravación de los retrasos que ya se venían registrando. Y he dicho milagro porque así lo fue para los responsables del Ministro de Transportes, de Renfe y del Adif: había que salvar la vida del presunto suicida a costa de organizar un caos ferroviario. Tal acción, loable y humanitaria, sería........