Impresiona la indiferencia con que el término moral ha ido reflejando su decadencia en la sensibilidad de la mayoría de nuestra sociedad. Lo que marcó negativamente la vida de la generación de mayores que todavía vive se ha convertido en el hazmerreír de quienes lo tienen como contrafigura en los chistes y anécdotas de las batallitas de abuelos que se educaron en la primera mitad del siglo XX.
El nivel obsesivo y controlador al que había llegado tanto la moral civil como la religiosa católica, unidas en ese tándem inseparable que lo regía todo, sigue haciendo muy difícil la recuperación no solo de una moral religiosa que responda al evangelio y al bien humano, también de una moral civil que, desde la Ilustración, no ha encontrado un punto de apoyo para mover las conciencias.
Para los españoles fue uno de los muros a derribar, igual que lo fue, simbólicamente, el de Berlín o los anhelos libertarios del París de 1968. Un mundo de........