Nuestros antepasados no tenían crisis relacionadas con la edad: la lucha por la supervivencia en un entorno hostil abortaba cualquier otro tipo de preocupación metafísica. Sin embargo, el desarrollo tecnológico y el nivel de vida actual, junto al alargamiento progresivo de nuestra esperanza de vida están generando fenómenos psicológicos desconocidos en siglos anteriores, pero que están marcando al ser humano moderno.
Hoy quisiera reflexionar sobre estas crisis o procesos vitales, cada vez más descritos y estudiados y que, pese a sus limitaciones y detractores, es interesante conocer y reflexionar sobre cómo los vivimos cada uno de nosotros. La ‘crisis de los 40’ es una fractura de las expectativas, de los objetivos vitales que nos habíamos marcado en nuestra existencia. La ‘crisis de los 50’ va ligada al afrontamiento de los cambios que produce la senectud, a menudo centrado en temas profesionales pero que, indefectiblemente, se extiende al resto de las áreas vitales como la aceptación del envejecimiento del cuerpo. Por último, la ‘crisis de los 60’ hace referencia a la espiritualidad y al legado que dejamos más allá de nuestra vida.
La más conocida es la crisis de los 40. Los seres humanos tenemos expectativas continuas sobre todo lo que nos rodea. Cuando nacemos somos el producto de las expectativas de nuestros padres, es lo que Freud llamaba ‘el deseo de la madre’. Con 20 años, seguro que recordamos qué........