El llamado ‘pensamiento woke’, nacido en los campus más selectos y pijaitos de EE. UU., es una versión reciente, de origen estudiantil, del detestable y creciente síntoma de lo políticamente correcto.
Adoptar las líneas de acción y pensamiento ‘woke’ (que, a nuestros efectos, podría traducirse como ‘alerta’) tiene, como efecto inmediato y primero, privar al adepto pensar por su cuenta a cambio de sentirse pionero y gozar del confort de las compañías más progres y distinguidas. Los activistas de esa estirpe (uno, conocido, es el neoministro Urtasun, casi un arquetipo de esta clase de fauna intelectual) decretan qué ideas, cosas o personas son ilegales, heterodoxas y sospechosas.
Una u otra cosa fueron Miguel Serveto (Servet), Baltasar Gracián, Francisco (de) Goya y Luis Buñuel, sin salirnos de Aragón. De Servet bastará recordar que fue quemado vivo por hereje a causa de sus postulados teológicos que parecieron insoportables a los censores católicos en España y Francia y a los protestantes de Calvino (sus verdugos) en Suiza. Gracián hubo de publicar con nombre falso (por suerte, se atrevió a hacerlo) y fue seriamente reprendido, primero, y duramente castigado, después, por indisciplinado y desobediente a las decisiones de sus superiores jesuitas. A........