Hubo una generación que creía que la adquisición y consumo de cultura contaba con un elevado prestigio social, esa en la que leer formaba parte del proceso educativo y en la que adquirir y disfrutar de conocimientos y actos culturales otorgaban distinción y relevancia.
Actualmente, todo esto parece ser parte de un pasado progresista inútil. Hoy todo es economía, el emprendedor sustituye al artista, el tecnócrata al intelectual, el comunicador al catedrático y la contracultura es invertir en bitcoin. La cultura en estos tiempos convulsos carece de prestigio. Parece que los recortes económicos en el ámbito educativo y cultural, junto a las transformaciones en las formas de relacionarse con la cultura que se han visto modificadas por la revolución tecnológica, han cambiado la percepción. La cultura se convierte en un elemento de atracción turística más que en un asunto educativo, se terminó la relevancia social de la cultura. Actualmente se minusvalora a las personas que leen, piensan y utilizan su ocio en consumir actividades culturales. Tanto tienes, tanto vales. Solo importa el impacto........