Sé que es fácil hablar a toro pasado, pero quizás limitar la magnitud de la mayor tragedia conocida hasta la fecha en nuestro país hubiera sido posible con una mayor anticipación.
No puede ser que pasados tres días se decidiera mandar el Ejército y que hubiese una falta alarmante de coordinación por parte de las administraciones. Sé que no es el momento de pedir responsabilidades, sino de apoyar a quienes intentan retomar sus vidas, derribadas por la maldita DANA, a golpe de pala, fregona, sudor y lágrimas, pero de una manera especial a quienes han sufrido la pérdida de sus seres más queridos. Pérdidas de una cifra demoledora y cruel. Las tragedias humanas y naturales sacan la cara más solidaria del ser humano, pero también la más vil y ruin. Esas personas que, desinteresadamente, armadas con palas, azadas, escobas, víveres o botellas de agua, riadas de gentes, llegadas de otros puntos, dispuestas a colaborar en las tareas de limpieza y desescombro y habitantes de la localidad, recogiendo el barro de sus viviendas y comercios con sus propias manos. Otras, sin ningún escrúpulo, aprovechándose de la tromba de agua que inundó y destruyó todo cuanto halló a su paso, se han dedicado a saquear lo que queda de los negocios, casas, zonas comerciales y viviendas. Habrá momentos de pedir responsabilidades, para que tanta desgracia no quede en tiempo pasado y en un futuro sirva de lección, ver lo que ha fallado, para que los mismos errores no se vuelvan a repetir. Los desastres naturales cada vez serán más frecuentes; debido al calentamiento del mar, las tormentas ganan cada vez más virulencia.
Daniel Gallardo Marín.........