Aún vivo

En la mañana fría, todo en la extensa superficie del parque casi desierto invitaba a la niña y al niño al juego desenfrenado, en lo que comenzaba el taller de música.

En la calle 23, entre 30 y 32, en el Vedado habanero, el parque existe como un espacio limpio y silencioso, de una belleza monumental, algo ajada, por los colores desvaídos y algunos aparatos rotos. Pero la niña y el niño no atendieron a eso, sino a la libertad, y fueron felices, como seguro lo han sido otros muchos en ese lugar.

¿Cuántas citas se habrán concertado allí? ¿Cuántos no sonreirán al recordar pasajes de su infancia gestados en esos bancos, a la sombra verde de los árboles, o sobre las coloridas estructuras de cemento?

Nada, salvo un pequeño monumento y una tarja delatan que........

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