He andado muchos caminos, seguramente más que Antonio Machado, y en todas partes he visto a esas gentes que laboran sus cuatro palmos de tierra de las que hablaba el poeta, que ahora salen, con sus tractores, más que nada a recordarnos su existencia. Todo mi respeto. Los hemos ninguneado durante décadas de tal manera que a muchos niños europeos hay que explicarles en el colegio que la leche viene de la vaca, no de la nevera.

Las movilizaciones que arrancan hoy su segunda semana en España no responden a motivos estrictamente económicos. El rugir de los tractores es el de la tozuda realidad, que se impone sobre ideologías y voluntades. Es cierto que la economía real es ya la virtual y es cierto que la industria española, ese órgano atrofiado y raquítico, que no genera ni el 18% de nuestro PIB, se ha convertido en uno de los grandes lastres de la sostenibilidad de nuestra prosperidad económica, como lo es también el hecho de que todos los trabajadores de los sectores tecnológico e industrial comen todos los días. Ellos y sus familias. Y todo el sector servicios, que acapara el 74,5% del PIB, tiende también a comer a diario. Pero el conjunto de la agricultura, la ganadería y la pesca apenas suma el 3% del PIB. El desequilibrio es evidente. Y prescindir de un sector de tal importancia geoestratégica como es el de la Alimentación, que es como deberíamos llamarlo en adelante para reconocer su verdadera importancia, abandonarnos a la compra de nuestros alimentos en el extranjero, parece como mínimo poco precavido.

Si nuestros agricultores y ganaderos cierran explotaciones porque no son rentables, nuestra situación de dependencia del exterior nos situará en un estado paupérrimo. Y no es que defienda la reducción del comercio, en absoluto, sino que los productos alimentarios que entran en España y en Europa deben responder a las mismas exigencias de calidad que los propios. Es injusto vender productos por debajo de su precio de producción. Eso es tan obvio como que es injusto excluir al sector de la Alimentación de la economía social de mercado.

Mientras el resto de la economía es libre, a la agricultura y la ganadería se las somete a cuotas de producción, subvenciones estatales, monopolios, control de semillas y, desde 2019, al dictado de la neutralidad climática. El objetivo de reducción del 50% de pesticidas y fertilizantes queda muy bonito sobre el papel, pero ni en España ni en Europa hay trabajadores dispuestos a doblar el espinazo y, a golpe de azada, eliminar el 50% de las hierbas que nacen en la base de todos los vegetales que consumimos. Y esto no se arregla con dinero. Otra lluvia de subvenciones no hará más que aplazar la cuestión, que terminará estallándonos en el plato. Porque en la medida en que todos comemos, los problemas de los agricultores son nuestros propios problemas, a lo que es necesario añadir otra cuestión: el ninguneo del sector de la Alimentación es el ninguneo de la vida rural y de los pueblos, desde la supuesta superioridad económica, cultural e incluso moral de la vida urbanita. Craso error, que causa la despoblación.

Las columnas de tractores que interrumpen el presuntuoso e indolente ir y venir citadino son actos de empoderamiento. Una forma de vida reclama la dignidad que le es negada. Y tratándose de hechos tan gruesos, todavía hay quien intenta hacer lecturas partidistas, como si los garbanzos tuvieran ideología. Comemos los de izquierda y los de derecha, los ricos, los pobres y la castigada clase media. Y por increíble que parezca, nos hemos puesto todos por una vez de acuerdo para dar la espalda a este sector, que por su parte siempre dio la talla. En lo peor de la pandemia, cuanto temimos el desabastecimiento, no faltaron un sólo día los alimentos en nuestra mesa. Los necesitamos. No hay nada más tonto que morder la mano que te da de comer.

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QOSHE - Agricultores - Rosalía Sánchez
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Agricultores

7 0
12.02.2024

He andado muchos caminos, seguramente más que Antonio Machado, y en todas partes he visto a esas gentes que laboran sus cuatro palmos de tierra de las que hablaba el poeta, que ahora salen, con sus tractores, más que nada a recordarnos su existencia. Todo mi respeto. Los hemos ninguneado durante décadas de tal manera que a muchos niños europeos hay que explicarles en el colegio que la leche viene de la vaca, no de la nevera.

Las movilizaciones que arrancan hoy su segunda semana en España no responden a motivos estrictamente económicos. El rugir de los tractores es el de la tozuda realidad, que se impone sobre ideologías y voluntades. Es cierto que la economía real es ya la virtual y es cierto que la industria española, ese órgano atrofiado y raquítico, que no genera ni el 18% de nuestro PIB, se ha convertido en uno de los grandes lastres de la sostenibilidad de nuestra prosperidad económica, como lo es también el hecho de que todos los trabajadores de los........

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