Esos campeonatos eran una cosa muy seria. En el recreo, sin un control preciso del tiempo (hasta que el timbre sonara) y con el que pasara por allí como árbitro. Pero cuando se acercaban las festividades del colegio y de repente aparecían las redes en las porterías, los balones buenos (misteriosamente ilocalizables el resto del año en el almacén de material y que se podían rematar de cabeza sin miedo al traumatismo craneoencefálico) y los partidos eran de cinco contra cinco y no en plan asedio de Minas Tirith, es que había torneo.
Algunas de las escenas deportivas más épicas las he vivido en esas competiciones y también las más amargas. Como aquella vez que nos pitaron un penalti dos segundos antes de que sonara el timbre. Ahí........