Tengo un amigo que este fin de semana consiguió lo que pocas veces se alcanza en la vida: llorar de alegría. El mocete -se alegrará cuando lea que lo he rejuvenecido unos cuantos años- es de Bilbao de toda la vida y llevaba muchos años esperando una alegría -hijos aparte- como la que le regaló su equipo de fútbol. Por fin, volverá a disfrutar, como cuando era niño, viendo navegar ría arriba a la famosa y hasta hace dos días innombrable gabarra con los jugadores de su Athletic compartiendo la Copa del Rey con un millón de personas.

Pues bien, imagínense con qué alegría regresaba al «bocho» este domingo después de haber vivido una final de infarto en Sevilla. Para el viaje, eligió el camino más corto y más barato, como tantos otros aficionados bilbaínos: Ruta de la Plata hasta Salamanca, autovía A-62 hasta Miranda de Ebro y un cachito de autopista -qué son poco más de seis eurillos- hasta orillas del Nervión.

Mi amigo fue uno de los miles de vascos que desde el domingo solo tienen un mal recuerdo del pasado fin de semana: el atasco de Salamanca. Aquí estuvo con el coche parado en la interminable caravana que provoca la rotonda del barrio de Buenos Aires, una ratonera que une la autovía de Cáceres (A-66) y la de Valladolid (A-62).

Llevamos desde 2015, cuando Mariano Rajoy estaba al frente del Gobierno, escuchando que se va a construir un enlace que evite esta peligrosa situación. En principio, iba a estar listo para 2020. Pero unas pinturas rupestres en la zona y, una vez más, la desidia del Ejecutivo de Pedro Sánchez han provocado que en estos momentos no haya ni proyecto, ni fecha para su ejecución.

La vinculación de Salamanca con el País Vasco ha sido siempre muy estrecha. Desde aquí partieron miles de salmantinos para buscar una vida mejor en los años de la inmigración en las fábricas y negocios de aquella tierra que los acogió con los brazos abiertos. Desde allí han venido miles de jóvenes que se han formado en la Universidad de Salamanca por el prestigio de la institución académica y la promesa de una ciudad cuyo ocio nocturno no tenía parangón para un joven con ganas de respirar aires de libertad.

Sin embargo, este déficit de infraestructuras provoca que nos miren como esos pobres que viven en el lejano Oeste español, en esa zona del territorio donde, como no se quejan, pueden soportar el continuo menosprecio gubernamental.

Nos lo recordó ayer la ex presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, en el Foro Gaceta de la Economía. «Más cuentas y menos cuentos». En su intervención, quien fuera ministra de Fomento con el PP instó a los presentes a ser más beligerantes en la reclamación de mejores transportes para la provincia. Y ni siquiera necesitó referirse al innombrable, a ese ministro que dedica su tiempo a elaborar listas de periodistas, con foto y todo ahora, que se acuerdan de su brillante actuación.

La culpa no es de los salmantinos. De verdad. Sin ir más lejos, ayer se supo que el Servicio de Hematología del Hospital de Salamanca fue el primero de Castilla y León en ser elegido por los futuros especialistas médicos. Dermatología y Cardiología agotaron sus plazas para MIR en apenas unas horas. Todo esto prueba la enorme reputación que tiene nuestro complejo hospitalario para quienes serán los facultativos del futuro. Saben que aquí están los mejores especialistas y que contamos con grandes recursos para su formación.

Nosotros hacemos nuestro trabajo. Y lo hacemos bien. Por eso, debemos luchar también para que el Gobierno, con su displicencia, no pisotee la imagen de Salamanca.

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09.04.2024

Tengo un amigo que este fin de semana consiguió lo que pocas veces se alcanza en la vida: llorar de alegría. El mocete -se alegrará cuando lea que lo he rejuvenecido unos cuantos años- es de Bilbao de toda la vida y llevaba muchos años esperando una alegría -hijos aparte- como la que le regaló su equipo de fútbol. Por fin, volverá a disfrutar, como cuando era niño, viendo navegar ría arriba a la famosa y hasta hace dos días innombrable gabarra con los jugadores de su Athletic compartiendo la Copa del Rey con un millón de personas.

Pues bien, imagínense con qué alegría regresaba al «bocho» este domingo después de haber vivido una final de infarto en Sevilla. Para el viaje, eligió el camino más corto y más barato, como tantos otros aficionados bilbaínos: Ruta de la Plata hasta Salamanca, autovía A-62 hasta Miranda de Ebro y un cachito de autopista -qué son poco más de seis eurillos- hasta........

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