Tiene razón Javier Nart cuando habla de su tocayo y dice que Milei es una «consecuencia de la destrucción de las instituciones argentinas por la corrupción e ineficacia» que, desde mediados de siglo pasado, vienen protagonizando los partidos y sindicatos de aquel país.

Pero es el presidente de la Nación Argentina elegido democráticamente por un pueblo que, por lo que se ve, ya no aguantaba más. Un mandatario al que nuestro Pedro «all-you-need-is-love» Sánchez no ha felicitado por su victoria. De hecho, ni él ni siquiera el ministro de Exteriores acompañó al rey Felipe VI a su toma de posesión, sino que fue el secretario de Estado para Iberoamérica y el Caribe y el Español en el Mundo -bonito cargo- quien representó al Gobierno español al otro lado del charco. Vamos, que no hay buen rollo entre los mandamases de estas dos naciones hermanas.

Para aumentar el cariño que se profesan, el ministro Óscar «por-qué-no-te-callas» Puente dejó caer hace unos días, precisamente en Salamanca, que el ultra Milei recurre a determinadas sustancias para ambientarse antes de los mítines. Lo dijo de coña, haciéndose el graciosete ante un público de su onda, y nos costó un disgusto diplomático.

Y este fin de semana, el león argentino ha venido a España a mover su cuidadosamente desaliñada melena invitado por su amiguito Santiago «anti-derechita-cobarde» Abascal. En su primer viaje a nuestro país, el presidente electo argentino no se acercó a saludar al Rey, ni al presidente del Gobierno de la nación, ni al Parlamento. Prefirió hacerse una foto con empresarios que tienen grandes intereses en su tierra y, al día siguiente, acudir a la plaza de toros de Vistalegre para rodearse de lo más granado de la ultraderecha europea. Allí, frente a unas once mil personas que gritaban «zurdos de mierda» , subió al estrado para llamar «corrupta» a la mujer de Pedro Sánchez. Sus compañeros de mitin tampoco se quedaron atrás. El líder del Partido Republicano chileno, José Antonio Kast, calificó de «travesti político» al presidente del aquel país; el líder de Chega, el portugués André Ventura, reclamó fronteras más fuertes frente a la entrada masiva de inmigrantes islámicos y musulmanes «porque Europa es nuestra»; el primer ministro húngaro, Víctor Orban, animó a «ocupar» Bruselas para garantizar la civilización occidental; y Abascal -arrobado ante tamañas declaraciones- se preguntó por qué el PP no colaboraba en «echar a patadas y correr a gorrazos» al PSOE. Todo muy edificante.

Lo justo para que nuestro presidente se siga haciendo el ofendidito y llame a consultas a la embajadora española en Argentina para amagar con una ruptura de relaciones entre ambos países que nadie se cree. Lo justo para que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, el PSOE ataque a Alberto Núñez Feijóo por no condenar las palabras de Milei, en una avispada forma de arrancar la campaña electoral europea. Ahora quieren su apoyo en este conflicto internacional cuando nunca han contado con él ni en la nueva y sorprendente posición de España ante el Sáhara, ni ante Palestina. Lo justo para que los socialistas vuelvan a la estrategia de echar mano de Vox para castigar al PP. Lo justo para seguir enfangando la vida política de dos naciones que no están precisamente para tirar cohetes -de los económicos, de los que le gustan a Sánchez-.

¿De verdad alguien se cree todo este juego dialéctico de a ver quién escupe más lejos? ¿No hay en este país políticos con un poco de decencia y ganas de trabajar por las cosas que verdaderamente interesan a los ciudadanos?

¡Vaya tropa, carajo!

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¡Vaya tropa, carajo!

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21.05.2024

Tiene razón Javier Nart cuando habla de su tocayo y dice que Milei es una «consecuencia de la destrucción de las instituciones argentinas por la corrupción e ineficacia» que, desde mediados de siglo pasado, vienen protagonizando los partidos y sindicatos de aquel país.

Pero es el presidente de la Nación Argentina elegido democráticamente por un pueblo que, por lo que se ve, ya no aguantaba más. Un mandatario al que nuestro Pedro «all-you-need-is-love» Sánchez no ha felicitado por su victoria. De hecho, ni él ni siquiera el ministro de Exteriores acompañó al rey Felipe VI a su toma de posesión, sino que fue el secretario de Estado para Iberoamérica y el Caribe y el Español en el Mundo -bonito cargo- quien representó al Gobierno español al otro lado del charco. Vamos, que no hay buen rollo entre los mandamases de estas dos naciones hermanas.

Para aumentar el cariño que se profesan, el........

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