Ando desde hace unos días enfrascado en la lucha contra un par de palomas que le han cogido gusto a defecar en mi balcón. Hasta este mes nunca había ocurrido. Desde la terraza contemplaba el majestuoso vuelo de las cigüeñas camino del vertedero, los gráciles picados de los vencejos, los saltitos de las urracas o el jaleo que armaban los gorriones macho en ese afán -tan nuestro también- de atraer a las hembras. Pero nunca se habían encaprichado de la baranda verde de mi galería. Mi familia y yo éramos felices, y no comíamos perdices por seguir llevándonos bien con el género alado.

Pero, como les digo, estas palomas se han pasado de la raya. Y hasta este sábado no encontré una explicación lógica a su inusitado interés por convertir el mirador de mi casa en su inodoro. Las noticias hablaban de una manifestación que había tenido lugar en Barcelona, en la que un grupo de jóvenes aseguraba que los pájaros no existen, que en realidad son drones con los que el Gobierno quiere controlarnos. Los manifestantes nos animaban a despertar sobre la verdad de las aves, a las que llamaban por sus siglas 'Aparato Volador de Espionaje'. Unos portaban un cartel en el que se podía leer que «los pájaros nos fumigan», otros exhibían una pancarta en la que señalaban que «las palomas nos vigilan». ¿Y si era verdad lo que proclamaba esta gente? ¿Y si, a raíz de las oscuras intenciones de Pedro Sánchez con los periodistas, las dos palomas de marras realmente son drones que quieren controlar mi vida privada? ¿Y si llevan cámaras ocultas y, a través de la ventana, graban mis siestas de fin de semana con ronquidos incluidos? ¿Y si, como está ahora de moda, buscan algo en mi familia para luego chantajearme? Al fin y al cabo, soy uno de esos plumillas que criticó en este espacio a Óscar Puente. Es más, alguno de los calificativos que le regalé en una ocasión aparecieron luego en aquellos famosos folios donde sus secuaces recogen todo lo que se dice sobre el vilipendiado ministro de Transportes. Todo va encajando.

En ese momento, cogí mi teléfono móvil, me encomendé a San Google y busqué «cómo librarse de las palomas de mi balcón». Descubrí que colocar un búho, como tienen algunos vecinos, no resulta muy eficaz. Que los ahuyentadores de ultrasonido tampoco son la panacea. Que los famosos CDs o bolsas de plástico no acaban de resolver el problema. Incluso leí que una solución de agua y cayena constituía una buena técnica para ahuyentarlas, porque no se llevan bien con el picante. Tras analizar muchos artículos, de esos que pueblan los medios digitales, sobre las claves para acabar tú solo con las molestas palomas que le han cogido cariño a tu balcón, me convencí de que unos buenos pinchos era la mejor solución. Pero no voy a llenar mi barandilla de largos alfileres... En fin, que el día menos pensado aparezco en LA GACETA como presunto autor del asesinato de dos pajarracos con el bate de béisbol que conservo desde que jugaba a este deporte en mis tiempos mozos.

Después, me enteré que la surrealista manifestación en la barcelonesa plaza de Cataluña era una broma para poner en evidencia y ridiculizar todas las teorías conspiranoicas que existen hoy en día en todo el mundo, desde el «terraplanismo» al microchip que nos han inoculado con las vacunas del COVID, desde el 5G que controla nuestra mente a las estelas de los aviones que sirven para robarnos el agua de lluvia, como han denunciado recientemente en un juzgado de Salamanca. El Seprona lo está investigando, dicen.

Total, que las dos palomas no son drones, ni me espían. Tan solo me hacen la vida un poco más difícil. Como algunos políticos.

Menudos pájaros.

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QOSHE - ¿Pájaros o drones? - Miguel Ángel García-Mochales
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¿Pájaros o drones?

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28.05.2024

Ando desde hace unos días enfrascado en la lucha contra un par de palomas que le han cogido gusto a defecar en mi balcón. Hasta este mes nunca había ocurrido. Desde la terraza contemplaba el majestuoso vuelo de las cigüeñas camino del vertedero, los gráciles picados de los vencejos, los saltitos de las urracas o el jaleo que armaban los gorriones macho en ese afán -tan nuestro también- de atraer a las hembras. Pero nunca se habían encaprichado de la baranda verde de mi galería. Mi familia y yo éramos felices, y no comíamos perdices por seguir llevándonos bien con el género alado.

Pero, como les digo, estas palomas se han pasado de la raya. Y hasta este sábado no encontré una explicación lógica a su inusitado interés por convertir el mirador de mi casa en su inodoro. Las noticias hablaban de una manifestación que había tenido lugar en Barcelona, en la que un grupo de jóvenes aseguraba que los pájaros no existen,........

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