Nada más usual que, cada fin de año, las personas procedan a desearse buena ventura y prosperidad para el siguiente. Es un acto que no solo nace de la voluntad positiva hacia el prójimo, sino también de la certeza implícita de que se deja atrás un ciclo anual complicado, muchas veces triste por razones diversas o lleno de vicisitudes.
No tengo duda de que la humanidad entera querrá despedir el 2025 a gritos y abrazará el inicio del segundo quinquenio de la tercera década del siglo XXI con ilusión mayúscula y una pretensión aguerrida de superar rápidamente varias pesadillas. En el Perú, ciertamente, buscaremos y reclamaremos acabar con la inseguridad ciudadana, la profunda desinstitucionalización del aparato público, la corrupción, la improvisación política, entre tantos diversos lastres que imposibilitan el desarrollo sostenido.
El pasado 07 de diciembre celebramos tres años de haber pulverizado por la vía constitucional una de esas pesadillas: el gobierno de Pedro Castillo Terrones, una de las más elevadas........

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