El tema educativo se ha vuelto recurrente en el discurso público, lo cual tiene por su parte mucho de bueno, aunque también conlleva algunos riesgos.
Es positivo que se ponga sobre la mesa una y otra vez el poder de la educación para cambiar la vida de las personas y las sociedades; a la par, es peligroso banalizar el término educación de tal suerte que acabe siendo una mera abstracción intangible.
Considero fundamental asumir a la formación educativa no como una narrativa de ideología o posiciones políticas, sino como una fuerza presente en la vida de cada individuo para mejorar su entorno, a través del conocimiento, el pensamiento crítico y la creatividad.
Son muchas las historias de superación personal que dan cuenta del impulso educativo para escalar en el medio profesional y alcanzar el éxito en distintas expresiones -reconocimiento, influencia, situación económica-.
Sin embargo, debemos decir que las sociedades realmente prósperas son aquellas en que la educación es de acceso universal y de calidad, de modo que los casos de superación no representan........