La última palabra y los mercados

Enfundando en su ropaje de autócrata, el Macuspano llevó las cosas al extremo, a grado de acomodar y amoldar la Constitución de un país, a las preocupaciones, temores y fobias personales, de quien deja un país sumido en deudas; con la peor violencia que se haya visto en tiempos de paz, y pasmado en el fango de una confrontación política de tal magnitud, que nada bueno se avizora en el futuro próximo.

Al igual que a Ernesto Zedillo, alguien le explicó que no importan las estrategias; las tácticas político-parlamentarias, ni las grandilocuentes alegaciones de orden jurídico, para explicar lo que se hizo, y, sobre todo, lo que no se hizo. Lo que importa, después de dejar un tiradero, agazapado detrás de los otros datos, es lo que diga quien tiene la última palabra. Estos son, hasta ahora, los once ministros que integran el Pleno de la Suprema Corte. Es más, a los salientes, ni la justicia les importa, la verdad legal favorable es a lo que todo expresidente aspira.

López Obrador intentó hacer lo que el más panista de los priistas hizo, armarse su propio pleno, y así, el morador de Palacio Nacional llegó a ser el presidente que más ministros ha nombrado en el modelo vigente. Sin embargo, al haber cuidado el perfil técnico de los primeros nominados, no advirtió que quien tiene un nombre y prestigio que cuidar, tarde o temprano, entiende que el mandato constitucional que pesa sobre sus hombros le exige un actuar decoroso e independiente, cuyo único compromiso es apegarse a los fundamentos del derecho patrio, sobre los cuales se construyó la nación. De forma que, los que en algo valoran su nombre, así como su lugar en la historia, por encima de una imaginaria deuda a favor de quien los nombró, rápidamente se quitaron el yugo de la obediencia ciega, provocando su ira.

Siendo así, y estando a punto de perder la capacidad de amnistiar a los cercanos que hicieron lo necesario para mantenerse en el poder, le queda claro que lo que debe evitar, a toda costa, es una extradición. Es por ello, y no por una venganza, que ahora quiere llevar el asunto a su terreno, al electoral, en el cual, los mexicanos siguen creyendo ilusamente que el mecanismo que hace pesar sobre los hombros de los ciudadanos el conteo de votos es aceptable, y hasta respetable, cuando, en realidad, ese argumento es tan malo como el sostener que el pueblo resulta un deseable elector de los jueces. La integración de los órganos de estado no puede abandonarse a demagogias apantallantes, pero que no son sino sofismas lamentables. Son razones, y no la vanidad de la comunidad, lo que debe fundar las fórmulas tendientes a integrar del aparato gubernamental.

La forma de seleccionar a quienes nos gobiernan debe distinguirse por su idoneidad para identificar al apto para un........

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