El que mucho se despide… no se ha dado cuenta de que ya se fue. El presidente ha emprendido una campaña de reformas propias del inicio de un sexenio, a pesar de que el tiempo de su administración, en lo presupuestario, ha concluido. Sus iniciativas toparán con legisladores que no dilapidarán capital político de manera infructuosa, bien, porque ya están en las listas, o porque se les negó el acceso a ellas. Es cierto que aún conserva la banda, pero sólo la tiene para entregarla a quien resulte ganador del proceso comicial en poco más de ocho meses.
En el último año suelen emerger eventos que empañan la gestión del saliente, éste no será la excepción, habrá pifias y sinsabores, ya que, le guste o no al tabasqueño, tiene el tufo de lo que ya expiró. No es casual que la maquinaria deje de operar, los funcionarios, aunque lo traten con veneración, poco caso le harán, tienen los ojos puestos en el futuro. Habrá caravanas y discursos, pero todo mundo sabe que ya presidió su último desfile. Tiene la fecha de caducidad inscrita en la frente y no falta mucho para que le apaguen el micrófono.
Abundarán inauguraciones, visitas y giras de despedida, pero los ojos están puestos en quienes ostentan una candidatura, dado que sería, más que ingenuo, aquel que trate de concretar algún proyecto con quien tiene como función constitucional, efectiva y destacada, el calentar la silla mientras se decide quién le sustituirá.
Las obras y proyectos que se llevarán a cabo están ya previstos en el Presupuesto de Egresos Federal, por lo que cualquier propuesta, a partir de ahora, no será sino ocurrencia, y cuando más, una sugerencia para quien le sustituya en la silla. En el argot popular, a esas se les conoce como llamados a misa.
Un buen día de éstos se preguntará qué pasa, por qué su palabra dejó de ser el rayo fulminante que los mortales temían. Se dará cuenta entonces que los intereses en las tribus le superan. Habrá........