Han masacrado a la gallina de los huevos de oro en materia de prosperidad. Una nación, sin un Poder Judicial que goce de una sólida preparación técnica, no tiene futuro alguno. Hemos llegado al punto en el que el Consejo de la Judicatura Federal se ha plegado a los caprichos del Poder Legislativo, confrontando directamente, y sin recato, a magistrados y jueces, a quienes traicionó. Atropelló a mansalva un mandato constitucional, con lo que perdió no sólo la integridad, sino también cualquier viso de dignidad, y ya no digamos, respetabilidad. Hacia el interior de la estructura todo comienza a derrumbarse, y, en la descomposición institucional, cada quien buscará rescatar lo poco que quede del trabajo al cual dedicó toda una vida.
Al más puro estilo de cualquier cártel, el Congreso de la Unión pasó por encima de las leyes, imponiendo la ley del más fuerte, para que aprendan a respetar, dijeron. Hicieron trizas la exigibilidad de las suspensiones en materia de amparo, sin darse cuenta de que, sin esa medida cautelar y la efectividad del medio de impugnación, las leyes que dicten quedarán a la deriva, ya que no habrá autoridad a las que ellas les merezca respeto alguno. Será el sujeto obligado el que decida la forma y términos en que acatará, o no, lo que dicen las normas. Hemos vuelto al imperio del hecho, dejando atrás el derecho. Todo ha quedado prendido de alfileres, y las leyes nacionales se obedecerán, pero no se cumplirán.
Los ciudadanos ya no tendrán incentivo alguno para vivir dentro del margen de la ley, y sólo buscarán el evadirla, así como evitar el ser sorprendidos y recluidos por una autoridad administrativa que carece de límites y restricciones, cuya observancia, antes, quedara confiada a un garante imparcial. Es claro que en ese esquema nadie debe salvaguardar el mantenerse dentro de los linderos de la ley, al no haber tribunales, serios e independientes, que los marquen. Una vez que seamos privados de tribunales investidos de credibilidad, que digan si se cumple o no con ellas, las leyes se tornarán en algo acomodaticio y manipulable. Han vuelto vil la función que equilibraba los intereses, por lo que, a partir de ahora, será la fuerza, y no la razón, la que acabe imponiéndose. Al principio sólo será en asuntos que involucren a la autoridad, pero, con el tiempo, aún en los privados se dará la vuelta a los juzgados, todo será un toma y daca.
Ese........