Como si fueran, o volvieran, de una gesta heroica, los anodinos lideres del partido oficial sonríen y se regodean de lo que piensan es una victoria, pero que, en realidad, los coloca en un indeseable lugar en la historia del país. Sonríen, y muestran sin recato, el poco entendimiento que tienen sobre los efectos que tendrán los proyectos que, con ellos o sin ellos, habrían pasado igual.
A mayor número de votos en la fracción parlamentaria, menor es la valía o apreciación que corresponde a los ya innecesarios coordinadores de partido. A menor tamaño de la oposición, más notoria es la levedad del peso de los presidentes de mesa directiva y de la junta de coordinación política, dado que es precisamente esto, lo que ya no se hace en las cámaras. Las decisiones llegan sin mayor esfuerzo, siendo las cabezas visibles en ambas cámaras meros nuncios o gestores de asistencia. Pocos puestos más devaluados, que los que obtuvieron.
El talento político en el Congreso es innecesario e invisible, y, poco a poco, los lidercillos valientes perderán reflector, al darse cuenta los encargados de la fuente, que no se trata sino de vulgares voceros de lo que no está en juego o discusión, sino que, únicamente, son obreros en la implementación de la agenda presidencial. La nota sale de Palacio Nacional, no de las Cámaras. Las imprentas de San Lázaro y Reforma no conducen el debate legislativo, sus moradores únicamente suben a tribuna a gastar saliva, dando tiempo a que se impriman los designios que proceden de las oficinas de la Ejecutiva Federal.
Sin que los armadores de marchas los hayan organizado, los jóvenes, particularmente, los universitarios, sienten, o presienten, que algo malo está pasando, pero no saben cómo los afectará o de qué manera inciden las primitivas decisiones en su futuro.
Uno de los efectos de la perniciosa reforma que festinan los integrantes del partido oficial incidirá en lo que se conoce como el margen financiero, siendo México uno de los peores referentes a nivel global. Se trata de la diferencia que hay entre las tasas que cobran los bancos, y aquellas que ellos pagan a los depositantes. Un verdadero gobierno de izquierda hubiera hecho, de tal........