Parafraseando al más sabio de los viejos políticos diremos, la verdad oficial se aprovechará, o se desaprovechará, pero no se discutirá más. En este país ya no habrá más que una sola opinión que valga, la que provenga del púlpito oficial. Las leyes ya no serán valladar que el gobernante deba respetar y las podrá cambiar al gusto. No se equivocará cuando las cosas salgan mal, será culpa de los legisladores, quienes no habrán captado cabalmente la verdad revelada desde la silla presidencial.
El modelo no es nuevo, ya ha habido esquemas de gobierno en el que la infalibilidad es propia de quien Dios ha puesto entre los mortales para gobernar. Contrariar la palabra de quien se ha hecho del poder resultará un agravio para el Estado. En realidad, si hay 500 legisladores, 1000 o 100, resulta irrelevante, no representan posturas, ideas, o formas de ver la realidad, se trata de personas cuya labor es poner en blanco y negro decisiones administrativas tomadas al más alto nivel, pareceres que han sido convertidos en verdad revelada.
Es hora de reducir el Congreso de la Unión a una docena de diputados y a una decena de senadores, con 22 legisladores se obtendrá el mismo resultado que con 628 personajes que hablan con una sola voz y repiten los mantras recibidos desde palacio. En el nuevo régimen no existe justificación para que cientos de personajes conformen un parlamento, como tampoco para que representen el sentir de las regiones configuradas como entidades federativas, en realidad, también dejamos de ser una federación, para asumirnos como un estado de administración central. Guste o no a los legisladores, el esquema parlamentario perderá sentido en poco tiempo, siendo una costosa simulación.
Lo mismo debe hacerse con el supremo tribunal, no se requieren más de tres auscultadores para decretar que la acción estatal no se discute. Un cenáculo integrado por once repetidores se antoja innecesario.
El presupuesto no será discutido, será el mismo que provenga del despacho del encargado de las finanzas públicas. Las comisiones de vigilancia y seguimiento de gobierno resultarán inocuas, dado que no habrá, ni por asomo, quien cuestione lo que haga el gobierno, y en caso de hacerlo, será como arar en el mar, no tendrá efecto alguno, ya que los jueces no están para hacer escrutinio........