Recalibrando las inversiones verdes en medio de paradigmas políticos cambiantes

En los últimos años, la cuestión climática ha influido fuertemente en la asignación de inversiones hacia la sostenibilidad, lo que ha provocado un rápido crecimiento de los fondos temáticos climáticos, los bonos verdes y los compromisos colectivos como la iniciativa Net Zero Asset Managers. Entre 2020 y 2022, impulsados por la demanda institucional y marcos regulatorios como el SFDR y la taxonomía europea, los fondos ASG representaron más de la mitad de los flujos europeos, mientras que los activos dedicados a la neutralidad de carbono se triplicaron.

Pero hoy, las expectativas de los inversores están evolucionando. Ya no se trata sólo de "marcar casillas" en ASG: la credibilidad del proceso de transición pasa a primer plano, respaldada por estrategias orientadas al futuro, esquemas financieros híbridos e indicadores de resultados tangibles. Los conflictos internacionales, en particular la guerra en Ucrania, complican la coordinación regulatoria y redirigen los presupuestos públicos hacia la reindustrialización y la defensa. Los criterios ASG, que antes eran la piedra angular de las finanzas sostenibles, ahora están siendo cuestionados.

No obstante, relegarlos a un segundo plano sería un error estratégico. Persisten los riesgos, incluidos las crisis climáticas, las cadenas de suministro frágiles y el aumento de las exigencias de los inversores. La sostenibilidad debe considerarse un componente central de la competitividad y la resiliencia, incorporando nociones de riesgo, solidez, reputación y desempeño. Las empresas con datos ASG sólidos atraen capital con mayor facilidad y generan valor a largo plazo, demostrando inteligencia estratégica y alineación con los desafíos contemporáneos.

El contexto político se ha vuelto más duro: el clima es más controvertido, los debates más cautelosos y, en algunos círculos, ASG se percibe más como un riesgo que........

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