La Liga MX es un espejo del Estado: mucha fuerza, poca estrategia |
México se prepara para recibir el Mundial de Fútbol, pero sus estadios siguen siendo territorios vulnerables. Las muertes recientes —un aficionado del Cruz Azul asesinado fuera del Estadio Olímpico Universitario y otro del Guadalajara en una concentración previa a un clásico— no son simples tragedias. Son síntomas de un modelo deportivo improvisado, donde los clubes operan sin infraestructura propia, sin controles logísticos y con una visión comercial que reduce la seguridad a un trámite.
El caso del Cruz Azul es paradigmático: un equipo histórico sin estadio propio, itinerante, que renta sedes y depende de la logística de terceros. Sin instalaciones fijas, no puede planear ni ejecutar un sistema integral de seguridad. Cada partido implica nuevas reglas, nuevas rutas de evacuación, nuevos cuerpos de vigilancia y nuevas improvisaciones. La falta de propiedad sobre el espacio se traduce en ausencia de responsabilidad directa. El fútbol mexicano, en consecuencia, no tiene cimientos sólidos ni en la cancha ni en la gestión del riesgo.
La venta desregulada de alcohol sigue siendo el mayor catalizador de violencia en los estadios. Lejos de ser un problema de cultura o temperamento, se trata de un esquema económico institucionalizado. La Liga MX, los clubes y los concesionarios comparten una economía del exceso: cuanto más se venda, mejor, sin importar las consecuencias. En la práctica, los aficionados pueden ingerir litros de cerveza sin supervisión, sin control de cantidad y sin medidas preventivas.
El alcohol potencia rivalidades, disuelve el autocontrol y alimenta la percepción de impunidad. Los guardias, mal capacitados y mal pagados, evitan intervenir para no provocar al público o poner en riesgo sus propios ingresos. Mientras tanto, los clubes y la........