Triunfo categórico, dulce derrota y completo fiasco. Por Pepe Auth |
Escribo esto a 36 horas de que se confirmara lo que ya estaba escrito el 16 de noviembre pasado. Es que siete de cada diez chilenos había votado por candidatos que se disputaban el cetro del mejor opositor y la mitad de los votantes había optado por alguna de las tres candidaturas autoproclamadas de derecha, por lo que resultaba francamente imposible para el oficialismo recuperar los tres millones de votos que le faltaban para contrariar la constante de cuatro elecciones presidenciales consecutivas ganadas por la oposición, sin importar el género, la generación política ni la identidad ideológica de la candidatura.
Tan claro era que me permití publicar un pronóstico aquí mismo el 24 de noviembre distribuyendo los casi 6,37 millones que en primera vuelta habían preferido otras candidaturas entre las dos que pasaron a segunda vuelta y nulos y blancos, lo que resultaba en 7.085.476 votos (58,5%) para Kast, 5.019.628 (41,5%) para Jara y 1.347.620 (10,1%) de Nulos y Blancos. El resultado del domingo fue 7.254.850 votos para José Antonio Kast (58,16%), 5.218.444 para Jeannette Jara (41,84%) y 948.356 de N&B (7,06%).
Es que el escenario había cambiado radicalmente desde el triunfo 56/44 de Gabriel Boric sobre José Antonio Kast el 19 de diciembre de 2021. Entonces ardían aún las brasas del estallido social y la voluntad de cambios estructurales dominaba de manera incontrarrestable el escenario, mientras que después del contraestallido domina de manera igualmente incontrarrestable la demanda de orden; si en 2021 votaba la mitad ideologizada y politizada del país, el domingo pasado votaron todos los chilenos, y los que se incorporaron no lo hacen desde un marco de referencia ideológico ni desde una posición en el eje izquierda-derecha, sino desde sus urgencias, desde donde le aprieta el zapato; y si el 2021 los temas centrales eran la desigualdad, los abusos y la redistribución, ahora eran la inseguridad, la recuperación económica y el control de la migración; si el 2021era la derecha la que gobernaba y la izquierda estaba en la oposición, ahora era al revés, y las oposiciones habían ganado las últimas 4 presidenciales; finalmente, en 2021 todavía dominaba el clivaje del Sí y el No del 88, mientras que en esta elección había sido desplazado por el eje del Apruebo/Rechazo del plebiscito de 2022.
Todo eso conformaba un escenario que hacía completamente imposible el triunfo de la izquierda en la elección presidencial. La dimensión dominante de la elección fue, además, la del plebiscito al gobierno de turno, reforzada por el inédito protagonismo del presidente Boric en primera vuelta, y el gobierno tiene el doble de rechazo que de aprobación.
El apoyo a Kast contiene buena parte del rechazo actualmente mayoritario al estallido social y sus excesos, a la propuesta refundacional de nueva constitución y al gobierno del presidente Boric. Por supuesto, los partidos no sólo los pierde el equipo que juega mal, sino que los gana el que aprovecha la oportunidad que le brindan los errores del adversario.
El gran mérito de Kast es haber ganado categóricamente la primaria de la derecha en que se convirtió la primera vuelta, sacándole casi 1,3 millones de ventaja a Kaiser y, además, ganándole por más de medio millón de votos a Parisi, con un acierto estratégico y una disciplina teutona para ceñirse a ella contra viento y marea, la promesa de un gobierno de emergencia que se concentraría en cuatro prioridades nacionales que tienen apoyo transversal y mayoritario, dejando en el clóset todas las materias divisivas, en las que precisamente su pensamiento no sintoniza con la mayoría ciudadana.
Aunque perfectamente previsible, el resultado y lo que ocurrió la noche del domingo nos deparó algunas sorpresas que analizamos preliminarmente hoy, aunque sean sólo pistas de lo que podría ocurrir en el futuro próximo.
1.El categórico triunfo de José Antonio........© Ex-Ante