Las feministas catalanas que nunca nos explicaron en el cole

Esta es la historia olvidada de una historia que no se tendría que haber olvidado nunca. Podríamos empezar explicándola por 1898, cuando Caterina Albert se tiene que renombrar con el nombre masculino de Víctor Català con el fin de recibir un premio en los Juegos Florales de Olot. O quizás por el año 1497, cuando Isabel de Villena publica Vita christi en Valencia, el primer libro que narra la vida de Cristo desde el punto de vista de las mujeres que lo acompañaron. Uno de los problemas de esta historia, precisamente, es que si no sabemos exactamente cuándo empieza es porque nos la han explicado mal, o directamente no nos la han explicado. Por eso podríamos empezar a narrarla, también, por una noche de abril de 1910 de la cual no se ha hablado lo suficiente. No sabemos si en Barcelona aquel día era noche fría para ser abril, pero sabemos que unos cuantos homenots con cara de beber té levantando el dedo pequeño salieron del Ateneu Barcelonès un poco alocados. Pocos minutos antes, la publicista, periodista y escritora barcelonesa Carme Karr había dado una conferencia donde había dicho "señores, temo haber llegado a un punto clave de mi disertación, ya que trata de la poca consideración social, y hasta particular, de que suele disfrutar a la mujer en Catalunya". Pobres prohombres del Noucentisme: todavía les duraba en el cuerpo el susto de la Semana Trágica que ahora, por si fuera poco, tenían que enfrentarse al feminismo.

En aquellos tiempos en que la gente leía el Glosari d'Eugeni d'Ors con la devoción de un enfermo haciendo caso a la receta del médico, una serie de mujeres ya hacía años que habían decidido demostrar que el mundo de la literatura o el periodismo también podía hablar en femenino. "Es total la importancia de la pasión masculina a........

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