La isla de Amaia

Todas las islas tienen un componente romántico, de potencial metáfora, de literario sentido. Aquel punto secreto, enigmático, selvático. Aquella sensación de retiro, de desconexión, de supervivencia. La isla de Robinson Crusoe la asociamos al náufrago que, según la novela de Daniel Defoe, pasó ahí 28 años en solitario y en Itaca se desarrollan buena parte de los hechos incluidos en La Odisea, el épico poema atribuido a Homero. Ambas existen en realidad en las costas chilena y griega, respectivamente. Después, también están esos trozos de tierra flotante que son inventados y que de tanto leerlos nos parecen reales: la isla negra de Tintín, la misteriosa de Julio Verne, la del tesoro de Stevenson o Utopía de Tomas Moro, esa filosofía política, esa del estado ideal, de la república imaginaria. En el tramo bajo del Ebro, desde hace pocos días, hay otra que, aunque ya existía, no había sido aún bautizada. Se trata de la Isla de Amaia.

La encontraréis en el tramo comprendido entre Móra y Miravet, justo pasado el gaseoducto. Un poco antes de que a la derecha se nos abra un pequeño camino de agua........

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