¿Soy la única que tiene la sensación de que estamos sobrecargados de información y que pasamos demasiadas horas en las redes sociales y demasiado pocas en la realidad? Te levantas por la mañana y antes de las nueve ya te han llegado, a través de alguno de los sentidos, doscientas noticias que se contradicen entre sí. Desayunas y ya te han asaltado trescientos anuncios diciéndote que hasta ahora no eras feliz porque no tenías su producto —el mejor del mercado y de la historia de la humanidad— y que qué esperas para comprarlo, que ya llegas tarde. Prisa y más prisa. A la hora del almuerzo, ya has leído tantos pensamientos profundos en las historias de Instagram que parece que estés levitando. A media tarde, ya te han llegado doscientos anuncios electorales de políticos que te prometen el edén si los votas. Por la noche, ya te han informado diez veces que, después de estas elecciones, seguramente harán otras porque se aburren y no saben cómo gastarse el dinero. A la hora de cenar, ya has visto cuatrocientos vídeos de gente que entiende de todo, pero que no saben ni........