Las europeas son esas elecciones de las que el ciudadano se siente más alejado. Aunque no es así en absoluto, sigue viva la percepción general de que la UE y los asuntos de los que se encarga son vagos y desvinculados de la cotidianidad. Por eso vota poca gente y la que lo hace utiliza criterios sobre todo ideológicos, por lo tanto, menos acercados a cuestiones o asuntos concretos y tangibles. Los que votarán, esta vez sí, lo harán con la camiseta de su equipo cómodamente ajustada. Que las cosas sean así facilita que las europeas se conviertan en un capítulo más, el último, el de cierre, del largo pulso protagonizado por Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en términos de hegemonía en España. De momento, el enfrentamiento se ha ido resolviendo de esta manera: en las municipales y autonómicas, victoria inapelable del PP, que ha abierto la puerta a Vox en muchos sitios; en las legislativas españolas, el PSOE, a pesar de perder, logró seguir gobernando; en las gallegas, victoria del PP con los socialistas relegados al tercer puesto, por detrás del BNG; en las vascas, gobierno del PNV gracias a los socialistas, y, en las catalanas, victoria del PSC, con un PP que mejora pero queda cuarto.
Cuando estamos a media campaña de las europeas, nos ha quedado claro, también en esta ocasión, que Sánchez juega fuerte, a por todas. Al límite. El líder socialista necesitaba asuntos conmovedores (que significa mover firmemente, poner en movimiento, etc.)........