"Cualquier agnóstico o ateo que haya conocido de niño una auténtica Navidad tendrá para siempre, le guste o no, una asociación en su mente con un recién nacido y una fuerza desconocida"
G.K. Chesterton
El dilema de cada año para el columnista en estas fechas: ¿les hablo del fiscal, del juez, de la imputación, de Pedro, de Puigdemont y del lío o paso y les dejo la fiesta en paz? No es tan dilema, puesto que tiempo llevamos con la matraca y tiempo tendremos para ser sometidos a ella en el nuevo año, así que lo suyo es darles reposo y descanso en la mañana de Navidad y dejar las cuestiones que no son propicias para la noche de paz y menos para la eventual resaca subsiguiente.
Pero necesito algo de tensión, de drama, para poder armar una columna y que me la recorran con esos ojos de trasnoche que les veo con la premonición de la experiencia. Sin tensión no hay narración. Tampoco eso es mayor problema, hemos llegado a un estúpido punto en el que hay tirantez en casi cualquier cosa —inciso, ¿cómo les fue en la cena?— así que el propio hecho de felicitar las tradicionales fiestas, recogidas para todos en el calendario laboral, se ha vuelto fuente de conflicto. Al parecer si eres diestro sólo puedes felicitar la Navidad y el nacimiento del niño Dios y la misa del Gallo y si eres zurdo debes felicitar el solsticio de invierno, en una vuelta al neopaganismo, como si este en su momento no representase otras suerte de religión. Y en esas que se han enzarzado de nuevo, como si de tal debate se........