La IA y una patata azul en el fondo de una probeta

La forma más antigua de vida sobre la Tierra podría ser también la última. Tal es el paradójico epílogo de la exposición sobre la inteligencia artificial (IA) que estos días se puede visitar en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). En una especie de vaso cilíndrico lleno de agua —todo un guiño a los míticos laboratorios de científicos malvados de la serie B— late algo parecido a una patata o huevo cableado que recuerda a un encéfalo. El ente está sumergido y sujetado bajo una luz azulada (¿la fuente de energía vital?) a la cual también está conectado, y —las burbujas lo delatan—, parece que respira. La cosa en cuestión es una instalación artística asistida con IA sobre las denominadas arqueas, organismos unicelulares que, según las últimas investigaciones, son los más antiguos del planeta y tienen capacidad de adaptación a condiciones extremas. He ahí una forma de vida post-singularidad (humana) y post-cambio climático, según detalla la descripción de la obra de Anna Dumitriu y Alex May, que viene a ser la guinda de la visita.

La IA, pues, nos dice también qué seremos: una especie de boniato bañado de luz azul y que podría hacer funcionar alguna gran inteligencia central como la que proponen los transhumanistas de la Singularity University de Google en Silicon Valley, donde mentes preclaras tan asquerosamente humanas como la del tecnólogo Rai Kurzweil —doy más nombres para ir aterrizando el artículo— hace años que........

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