Salvador Illa ha montado un Govern perfecto para explicar la agonía del sistema autonómico español en Catalunya, con el núcleo duro esperable de su PSC y el colaboracionismo de Esquerra y de antiguos ideólogos de CiU. La primera conclusión que hay que sacar del nuevo ejecutivo es que el presidente 133 sabe muy bien que para españolizar el país necesita de la ayuda de sus antiguos rivales dentro del catalanismo vetusto. Dicho de otro modo, fichando a gente como Espadaler o Sàmper, Illa se afanaría para que la vieja Convergència vuelva a prosperar y el fantasma de Carles Puigdemont o su próximo sucesor tenga un recorrido tan breve como su discurso en el Arc de Triomf de Barcelona. Para sobrevivir, el régimen del 78 necesita de un catalanismo felizmente instalado en las prebendas que otorga la Generalitat y que el independentismo se convierta en un núcleo airado de gente muy indignada, de esa que hace trescientos tuits al día, pero que no pasa de aquí. He aquí la agenda de la pacificación.
En un primer término, el president ha logrado erigirse en la figura de........