El titular que ocupaba prácticamente todos los medios de comunicación nacionales e internacionales hablaba de Puigdemont, no de Salvador Illa, que iba a ser investido como president de la Generalitat, suponiendo un hecho también importante. Y es que, si analizamos lo que sucedió desde una perspectiva de comunicación política, podemos decir que es Puigdemont el que controla el relato, los tiempos y sigue siendo capaz de acaparar la atención de propios y extraños cada vez que lo decide. Conseguir esto, cuando además hay un rechazo y una reticencia por parte de los medios de comunicación a informar sobre nada que tenga que ver con Puigdemont —si no es para insultarle, mentir sobre él o difamarle—, es digno de ser reconocido.
La llegada de Puigdemont a Catalunya todavía no ha sido del todo entendida por muchos. Y pienso aquí en la inmensa mayoría de la opinión pública española (algo habitual, porque no han podido y no han querido entender nada de lo que ha pasado aquí desde, al menos, 2017), pero tampoco se ha terminado de entender entre el colectivo independentista ni soberanista. Más allá del truco de desaparecer ante la mirada de miles de personas que estaban allí presentes, y de las cámaras de los medios de comunicación que retransmitían en directo, poco se analiza sobre las razones y las consecuencias de este hecho. Se ha seguido mintiendo, eso sí. Y ha sido común leer en medios de comunicación que Puigdemont estaba ya condenado y que huía de la justicia "otra vez".
Vayamos paso por paso, una vez más, para tratar de dejar claros algunos puntos. Es precisamente gracias a la confusión existente, creada a base de mentiras y de desinformación que la opinión pública no es consciente del asunto que tenemos delante.
Puigdemont no ha sido condenado. No existe sentencia contra él. Precisamente porque, al ponerse a disposición de la justicia de otros países, ninguno de ellos ha querido entregarle para que fuera procesado por los delitos que se le pretendían imputar. Solamente Alemania estuvo dispuesta a entregarle para investigar la acusación por malversación, pero el juez Pablo Llarena no quiso. Si no lo entregaban para procesarle por rebelión o sedición, el instructor ya no quería. Y así fue cómo se retiró una de las famosas euroórdenes de Llarena.
Recordarle al lector que, como lo de meter el pie de Cenicienta en un zapato que no era, me refiero a los delitos de sedición y rebelión, hubo que modificar el Código Penal para que dejasen de ser interpretados esos artículos de una manera tan libre. Así que a día de hoy, lo que se pretende es investigar a Puigdemont por desobediencia y malversación. Para aquellos que siguen con el rollo de la rebelión e, incluso, el golpe de estado. También para los que tienen problemas de memoria, cabría recordar las declaraciones del que fuera ministro de Economía y Hacienda durante el gobierno de Rajoy, Cristóbal Montoro, que declaró en sede parlamentaria, como responsable de su cartera, que no se había producido malversación de caudales públicos en Catalunya para celebrar el referéndum. Lo dijo alto y claro. Y sobre todo, lo hizo porque en aquellos momentos, las finanzas de la Generalitat de Catalunya estaban intervenidas por el Estado. Otro pequeño detalle que, por lo que sea, suele ser olvidado y no me parece menor.
Además, el concepto de malversación que manejamos por estas tierras es bastante incompatible con el que se maneja en el entorno europeo. No viene mal tenerlo en cuenta, porque luego vienen los disgustos cuando nos........