Cuando vivimos en un Estado de derecho, asumimos —o debemos asumir— que existen unas normas que, aunque sean desconocidas para nosotros, debemos cumplir. Y asumir las consecuencias. Es un "contrato social" sobre el que se sustenta la convivencia. Comprender que la mejor manera de solucionar nuestros problemas graves es ante la Justicia es todo un logro evolutivo del ser humano. El sistema no es perfecto, pero sin duda, es hasta ahora la mejor manera de convivir.
Se supone que se ha de confiar en un tercero, es decir, la Administración de Justicia, y ante ella, usaremos las armas disponibles para exigir o defendernos. Los procesos tienen sus requisitos, tienen sus normas, y suelen ser lentos, por lo que pueden resultar poco eficientes. Existen los recursos, y el derecho al pataleo. No tenemos, repito, un sistema de Administración de Justicia infalible, ni eficaz, ni certero siempre. Pero es lo que hay. Y es imprescindible entender que, para denunciar a alguien, es la manera de hacerlo.
Lo digo porque lo del Caso Errejón está siendo un verdadero desmadre. Una falta de rigor rampante, que es escandalosa. Es, dicho pronto y claro, un peligro. Y no, no me refiero al sujeto, a ese supuesto "monstruo" como "peligro"; sino a la caza de brujas deleznable que se lo está comiendo vivo.
Voy por partes.
Lo que haya hecho Errejón en su intimidad, siempre y cuando no sea delictivo, me trae sin cuidado. Entiendo, hasta donde he podido ver, que lo que ha habido han sido relaciones íntimas entre personas adultas. En algún caso, se ha podido dar una situación de abuso, porque se ha presentado al menos una denuncia en comisaría. Pero si........