Distraerse es un término que no ha gozado tradicionalmente de buena prensa. De hecho, se utiliza sobre todo como espantajo en expresiones como “no vale distraerse”, que no deja de ser una advertencia en el sentido de que hay que obrar con precaución, con cuidado.
Y no vale distraerse, porque si tu atención está dispersa y no te das cuenta de lo que te conviene, puedes acabar dejando escapar una oportunidad.
Pero hoy quiero referirme a lo que implica el hecho de distraerse visto —contrariamente a lo que muchos piensan— como un verbo de acción.
Distraerse con algo puede implicar ‘observarlo’, pero también significa ‘abstraerse’ o ‘embobarse’. Son estas acepciones, a mi entender, positivas, a las que me referiré en este artículo.
En un mundo asediado por las prisas, en el que todos (o muchos) nos creemos imprescindibles, donde el ruido señorea nuestras calles y nuestras vidas, donde parece que solo cuenta el valor económico de las acciones que hacemos o impulsamos, conviene pararse, escucharnos y escuchar a nuestro alrededor, obviando el permanente ruido de fondo. Conviene sosegarnos.
Necesitamos curiosear, embobarnos, pasmarnos, embelesarnos, ensimismarnos. Solo........