No soy corporativista. No creo que toda crítica a un periodista o un medio de comunicación sea un intolerable ataque a la libertad de prensa. Los periodistas tenemos el privilegio –delegado por los ciudadanos– de participar en los debates públicos, e igual que criticamos podemos ser criticados. Por lo demás, somos seres humanos, susceptibles de cometer errores.

Lo peor en mi oficio, lo auténticamente nauseabundo, es cuando los periodistas difunden informaciones falsas a sabiendas de que lo son. Cuando su ideología –y todos tenemos una– los lleva a presentar como un hecho cierto y contrastado lo que no es sino un embuste. Y precisamente esto, la abyecta complicidad de cierta parte de mi gremio, es lo que más me duele de la guerra sucia que el Gobierno de Rajoy libró contra el independentismo.

El periodismo venal y la Operación Cataluña

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