Tú no te acuerdas porque eres muy joven, pero Alberto Núñez Feijóo se fue de Galicia a Madrid a regañadientes. Casi obligado. Porque ya no sabía cómo negarse. De hecho, se resistió a coger la maleta, dejó pasar el primer tren cuando todo el mundo lo esperaba en el andén con la pancarta de recibimiento, e hizo perder porras a todos los periodistas y tertulianos que llevaban años llamándolo “delfín”. No había crónica política entre 2010 y 2018 que no se refiriese así al entonces presidente gallego: “el delfín de Rajoy”, “el eterno delfín”.

Pero llegado el día, cuando la prensa amiga ya tenía escritos los editoriales para saludar su salto a la política nacional, Feijóo se lo pensó mejor, sintió morriña anticipada: dónde iba a estar él mejor que en casa. En un discurso inolvidable, entre lágrimas, renunció a disputar la presidencia del PP para respetar su “único pacto” con los gallegos, ya que ser presidente de la Xunta era “la mayor de mis ambiciones políticas”, y remató con emocionantes palabras: “No puedo fallar a los gallegos porque sería además fallarme a mí mismo”. Ya sabes lo que vino después: se mantuvo al margen de la pelea interna por la sucesión de Rajoy, aguardó a que Casado se chamuscase, y cogió el siguiente tren, ya sin rivales, para llegar a Madrid aclamado como la gran esperanza de la derecha española.

Nunca debí salir de Galicia

Nunca debí salir de Galicia

Tú no te acuerdas porque eres muy joven, pero Alberto Núñez Feijóo se fue de Galicia a Madrid a regañadientes. Casi obligado. Porque ya no sabía cómo negarse. De hecho, se resistió a coger la maleta, dejó pasar el primer tren cuando todo el mundo lo esperaba en el andén con la pancarta de recibimiento, e hizo perder porras a todos los........

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