Es Pedro Sánchez de esos políticos entrenados para no responder preguntas. Mejor dicho, para contestarlas pero todas ellas con una larga cambiada. Sin duda es una habilidad para no pisar charcos y evitar que sus palabras salgan impresas a cinco columnas. Llegó el presidente del Gobierno este lunes al Círculo de Bellas Artes acompañado de 14 de sus 22 ministros dispuesto a hablar de su libro. Tierra firme (Península) es una crónica en primera persona escrita por dedos ajenos cuya presentación seguro que suscitó más interés que la lectura del ensayo. El texto no aporta grandes secretos de La Moncloa, ni de la personalidad del líder de los socialistas ya por todos conocida, ni de su trayectoria, ni de nada.

Es la segunda parte de una biografía que acaba en la noche del 23 de julio y en la que Sánchez habla de la pandemia, de la guerra de Ucrania y sus consecuencias, del volcán de La Palma y hasta de Marcia Dorado, el narcotraficante gallego amigo de Feijóo durante los años noventa, aquellos en los que en Galicia, en palabras del líder del PP, no había Google y por eso no podía saber de las malas compañías de sus afectos.

Sánchez, Sísifo y la asimetría en la crítica

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